Te vi temeroso,
alejado de la gente,
con los ojos perdidos
de tanto buscarse
en los otros,
con el color oscuro
de tu voz, fundido
en un metal doliente.
Te vi cansado,
aburrido de no verte,
con los brazos lánguidos
de tanto abrazarse
en cualquiera,
con las manos heladas
de amor que no sienten.
Te vi calmado,
resignado del presente,
con el pecho atado
a un porvenir que algo
augura,
con la sien atenta
a la señal
de los valientes.
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