domingo, 30 de julio de 2017

El amor y el silencio

La duda eterna en lo vacío de mi pecho,
enreverando al corazón que aún en late
en la penumbra
¿Sabrá por qué lo hace?
Tanta lágrima rondando al sentimiento,
tantas palabras que le escapan al dialecto
dejándome mudo,
haciendo realidad la pesadilla del
decir nada.
Y es que ahora mi boca no habla,
se queda silente ante el caos de mis ojos,
ante el calvario persistente de mi mente caprichosa,
de la frase perdida entre los versos que no
pude decirte,
ante mis labios temerosos de los tuyos siendo lava.
Pero llega la noche y aún te amo, aunque no pueda decirlo,
aún te siento por más que mi boca esté callada,
y mis ojos cerrados y mi corazón, hecho roca,
aún puedo sentir lo mucho que provocas,
esa dicha intensa cuando me tocas, por más que ahora esté negada.
¿Quién hablará por mí, entonces?
Para enseñarte alquel amor que me enseñaste,
para callarte frente a un beso de la nada.
Me colgaré del sol haciendo un rayo de luz
en mi mirada,
seré lo simple de una flor que te conoce y te aguarda,
para así no ser palabra equivocada, para no dudar, para mostrarte que aquí estoy, algo perdido, algo enlodado, pero aquí, para gritarte en la emoción de un nuevo encuentro,
para decirte, al fin, que el amor, aunque esté mudo, no se acaba.

Exisitir en la nada

¡Cuánto añoro hacerme viento!
volar encima y entre las siluestas,
volar y ser susurro de tormenta,
volar sin ser más que aire,
sin ser más que aquello que has
de respirar.
Me imagino siendo la bruma matutina,
siendo el silbido en la ventana
en pleno invierno,
la frecuencia que mueve a las hojas,
la lluvia entre mil nubes, dormida,
siendo la fuerza capaz de al humo, disipar.
Me pienso en este paraje colmado
siendo nada,
siendo luz imperceptible, un átomo perdido,
una ilusión hecha polvo,
siendo a la luz siempre invisible,
un cantar olvidado en las gargantas,
siendo olvido, siendo nada.
Es así como imagino, como pienso,
pues siendo yo, siendo carne
ya no vivo, no siento ni quiero sentir,
ya no hay viento ni voluntades que
me hagan seguir,
ni corazones dispuestos a latir
o amar,
tan sólo yo, queriendo ser silencio
hasta acabar,
queriendo de a poco en la nada, existir.

¡Cómo quisiera ser flor!

Cada flor busca su tiempo,
en los respiros de la tormenta,
en los anhelos del viento,
cada flor busca a su primavera.
Cada flor quiere florecer a su modo,
ser lo bello de la tierra que esconde
al lamento,
brillar en cada pétalo que nace
venciendo al lodo y al cemento,
cada flor, es flor a su manera.
¿Podré ser alguna vez como ellas?
Y es que me duelen tanto las raices
de concreto,
me duele el aire que pasa sin dejar
que lo respire,
me duele cada día en que el alba
nace y la luz no me destella,
me duelen las flores y sus jardines,
que no dejan que las mire.
¡Cómo quisiera ser flor!
Y florecer a mi tiempo,
disfrutar de aquel encanto de septiembre
que todo revive,
escapar de ese hielo de junio que a
cada paso me congela,
cómo quisiera ser la flor en primavera
y amar al viento que la sigue,
para así ser como la flor,
a mi tiempo y a mi manera
y dejar de estar marchito,
dejar de sentir este dolor de eterno
y crudo inviermo,
de su muerte tremenda y en declive,
para así dejar de ser tan sólo una estela.
Quiero, al fin, buscar mi tiempo,
en los respiros de mi tormenta,
en los anhelos de mi viento,
para así encontrar mi primavera.
Quiero poder florecer a mi modo
y ser lo bello de la tierra que esconde
al lamento,
para así poder brillar en cada pétalo que, en mí,
nace,
venciendo a mis lodos y cementos.
¡Cómo quisiera ser flor!
Pero flor a mi manera.

Mis ojos

Mis ojos son como el suspiro de los tiempos,
como un aullido de alegría contenida, de dolor sometido al devenir,
como un latir teñido de sonrisa y de tormento.
Y cuentan historias, sí; algunas del viento,
de ti y de mí... más de ti, pues es lo único que pienso,
otras tan sólo son de lo que ven,
de lo que han visto y lo que están por ver.
Mis ojos son como un claro de luna aguardando anochecer,
como un respiro de emociones naciendo y naciendo;
así, como el reflejo de todo,
como la nube en invierno queriendo llover.
Gota a gota, se deshacen del resto,
dejando en la historia todo lo que ven,
todo lo que mienten, todo la fe, todo el sentido de esto,
dejando un camino de dudas y miradas,
de sospechas ilusas en eso que creen.
Mis ojos son todo aquello que bautizan y que crean,
son esa mirada profunda llena de esperaza,
son todo eso que alcanzan en este viaje inmenso,
son esa pena a la que abrazan y dejan
y vuelven a abrazar,
son tus ojos en los míos como espejo de lo nuestro,
son esa ilusión de mejilla enrojecida en el suspenso;
una llamada en primavera a tu dicha florecida.
Mis ojos son, lo que soy y que seré.

El hombre y su devenir

El hombre se sumerge en esa pena,
se hunde lentamente
cual piedra lanzada al estanque;
con rabia y miseria,
con la triste condena de no saber nadar.
De lodo es todo el camino,
como una amarga tierra que seca y atrapa sus pasos,
y el polvo son sus átomos, su esencia,
el polvo es cada pedazo
que el viento, de a poco, le intenta arrancar.
El hombre ya no llora ni lamenta lo ocurrido,
pues así son las cosas,
no busca en lo absurdo, respuestas,
ni al romance por tantos y tantos, anhelado,
tan sólo se entrega al último regazo,
al último suspiro absoluto de aquello
que pueda admirar.
El hombre deja el soñar de lado
y entrega al capricho de la luna todas
sus voluntades,
pues ya no quiere pensar que en las noches
la onírica realidad, frente a un alba tortuosa,
se efumará.
Y es que el crepúsculo es esa ilusión traicionera,
esa lóbrega veiledad de penumbra que espera escondiendo en su fin, mañanas
y soles de luz muy austera,
y es que el hombre al ocaso ya no espera,
pues sabe que la noche es tan corta
como la vida,
que la noche es insitir que porfiía al dormir del que todos, algún día, tendrán que despertar.

El ritmo de mi corazón

Cambia el ritmo de tu corazón,
dirige a los latidos y a su destino.
Mira a tu alrededor, siente el aire que
penetra en nuestro ser a cada instante,
no olvides nunca el motor ni el motivo,
que en este mar de miradas, tus ojos siempre tendrán donde encontrarse.


Vuelve a empezar, pero lejos, muy lejos de aquí, que ahora sean tus pies
los que tracen el camino, los que busquen nuevos senderos, pero esta vez sin mí, sin mi esencia de la cual nunca pudiste enamorarte.


Cambia el ritmo de tu corazón,
intenta descifrar lo que dice cada
pálpito que en ti, nace,
descubre el sentimiento que te agobia,
que gobierna tu pensar y que te nubla,
y deja que tus miedos se derrumben y se larguen.


No me busques; ya no soy parte de esta historia en la que llegas y luego te esfumas.
No pretendas que sea tu asilo que, en eso,     no puedo ayudarte. 


Tan sólo sé tú, queriendo volver a amar, si es que alguna vez amaste,
sé tú, pero lejos, muy lejos de aquí,
pues el ritmo de mi corazón es tan frágil
que, para cambiar, necesita olvidarte.

Un Sol que dejó de brillar

El sol fue la aurora que anunciaba su presencia.
Lo conocía, siempre lo conocí,
pero nunca lo había visto relucir frente
a mis ávidos ojos
ni, mucho menos, contemplado su silueta.
Para mí, su olor y su mirada, sus manos alocadas, su temor hecho amor entre la rabia,
eran testimonio de un loco profeta que, en dicho instante, en dicho sol que lo paría, se hacía realidad.
El tiempo, la espera y las ansias, las ganas de querer saber quién era ese amor idealizado, ese sueño redentor que al sufrimiento le alejaba, hacían gala en su rostro inocente, en su abdomen aplanado y vacío, hacían gala en su boca llena de sonrisa adolescente,
y esa misma adolescencia, esa efeba manera de pensar y de ser frente a todo, fue el calvario de mis días venideros, de mi andar por el recuerdo dañino,
fue el augurio del triste futuro, del cruel final que me aguardaba.
Así, de a poco, su vida no fue más su vida,
de a poco el día dejó de relucir en él para dar paso a su eterna noche llena de lóbregas dudas y tormentas,
de a poco las voces y el cantar de ellas fueron sólo un grito que colmaba su cabeza,
de a poco el pensar fue un torbellino que, cual viento, lo agitaba, y su sentir una soga que lentamente le impedía respirar,
de a poco mi amor fue como un fuego que dejó de arder en su mirada,
de a poco yo fui como un sol que, para él,
dejó de brillar.

Nosotros

Mis obras son de todos y yo soy la obra de ellos,
vivimos en el fango, en el lodo, porque somos la porfía,
esa tierra mojada y revoltosa que no quiere ser cemento,
somos pasajeros del susurro en el lamento,
de la rabia parida en rebeldía, rabia que acumula y eferbesce nuestras ansias,
somos esa lucha que avanza, ese grito encomendado a la labor de nuestro pueblo,
pueblo que aguarda en la fragancia, en los aromas de los muchos recuerdos, de los vientos que volaban las melenas que hoy
son calvas.
Sentimos la elegancia alejada  de los cuerpos, porque el cuerpo de nosotros no
es de alajas, sino que de armaduras de tumulto echa individuo, de caricias del discurso que nos traza cuando hablamos y pisamos cada trozo de suelo,
nuestro cuerpo es del recuerdo de los tiempos que no fueron, de las ganas de que el hoy sea la victoria del mañana, de la marcha triunfal de la esperanza venciendo a la amargura y al tormento,
nuestro cuerpo es la voz enardecida y populosa que no amaina y nunca calla.
Y es que en nosotros está la lucha y la gloria,
en nosotros vive la añoranza redentora de todo aquél que no claudica,
de todo aquél que no adjudica a los ilusos su verdad,
en nosotros habita la alabanza a la razón y el odio a la miseria,
el fervor de aquella histeria que inició nuestro camino, nuestro andar el recorrido sin retorno ni final,
en nosotros viven todos quienes siendo uno quieren ser todos, viven grupos y sujetos,
en nosotros soy yo, pues entre todos, quepo,
en nosotros habla el mundo que queremos, el futuro que seremos; la justicia y la igualdad.

¿Cuál es el fin de amar?

¿Cuál fue el fin de tanto amar?
Cuando todo en sí, fue desvarío,
cuando el agua infinita ahogaba a cualquier
reflejo que en ella se posara,
cuando el suspiro en mí, no fue más
que el aire entre dos bocas acabándose lentamente,
cuando el latir en nuestro pecho se hizo la angustia de todos los sentidos,
cuando la guerra eterna de nuestros corazones, se redujo a esta última batalla.
¿Cuál fue el fin de tanto amar?
Si aquello que encontré en tus ojos
fue todo aquello que habían perdido los míos al mirarte con ansiada insistencia,
pues sin saberlo, sin siquiera haberte conocido, te habías llevado mi esencia, mi clamor, mi hidalguía, mi futuro lamento.
¿Cuál fue el fin de tanto amar, de tanto amarte?
Pregunta todo aquél que observa mi rostro adormecido,
todo aquél que alguna vez me oyó hablar de ti en noches de insomnio y humoso tormento,
preguntan todos los lugares, todos los rincones, perdidos confines, todos los ojos que me vieron andar y andar sin encontrarte.
¿Cuál fue el fin de tanto amar, entonces?
Reflexiono al desatarme de a poco a tu residual efecto,
y no hallo más respuesta que la de querer sentirme vivo,
ese es el fin de tanto amar, aunque no sea amado, aunque de un sólo lado exista la intención de besar.
El amar siempre será en sí, el fin, el destino, para así sentir la vida con vehemencia, con devoción al corazón que perseguimos, amar, amar y sentirnos vivos.

 
biz.