jueves, 17 de septiembre de 2015

El Primer Encuentro

 Todavía lo recuerdo, 
 vida mía,
aún porfía al olvido aquel momento,
como el dulce fuego que no amaina
en mis pupilas;
ardiente como ardía, ardiendo.

Ahí estabas,
aguardando en el subsuelo,
ahí, donde se agolpan en tumulto
la almas que descienden a vivir sin remedio.

Ahí estabas,
con tus cabellos fugitivos,
aburridos de tanto ser melena,
y con tu voz dormida en el umbral
de unos labios poderosos
que guardaban en su carne el porvenir
que me condena.

Ahí estabas, amor, ahí
con los ojitos perdidos,
diseminando el temor en un querer inocente
 y preguntando a la gente si el sentir
se ha prohibido.

¿Y yo, dónde estaba?
Hasta tu encuentro no existía,
pero te vi, vida mía, te vi,
¿qué duda había?
 y el sol parió el amanecer en mis mejillas.
Ahí estaba yo, culminando en tus brazos
mi eterna romería; ese andar sin
conocerte ni saber que en mi jardín
eras semilla,
pero te vi, vida mía, te vi y todo valía.
Me diste amor sin pretenderlo; un corazón,
¿no lo sabías?

Y hoy que todo es presente, mi vida,
¿dónde estamos?
Yo, 
viviendo en la memoria de aquel día...todavía,
¿y tú?,
tú, quizá muy lejano.

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Como si

Como si la vida fuese en cada palabra que inspiras,
te escribo.

Como si la luz se hiciera cada vez que me miras,
amanezco.

Como si el amor existiese sólo en tus labios buscando los míos,
te beso.

Como si yo fuera sólo cuando tú eres,
somos.

jueves, 3 de septiembre de 2015

Condenado a sentir

 En mis cuerpos
celestes, que no son celestes,
sino pardos, casi cafés, alineados
en el cosmos infinito de
  una voluntad extranjera, 
cabalgan a destiempo
 de un galope tutelar
mis ilusiones.

Como
aferrándose al sentir
que desespera por mi
pecho que añora esperanzado
 el encuentro con el tuyo,
 por mi efebo vientre
 al que agitas con entrañable desvarío,
por mi voz callada de
 horizonte,
que no grita y siempre en vano
aguarda
al eco de tu canto que se
  esconde.

 Y las horas
como soga, tiran de mi cuello
que no ofrece resistencia,
¿Será el sol, atardecer y la luna mi
caída?

¡Ya lo sé!

Es el ver y es el oler.
Es la condena de un corazón 
destinado a latir,
de un alma que padece y resiente
de un vaivén;
ir y volver de tu querer reminiscente
que en un sinfín de sensaciones
me recuerda en los aromas
de un llover amargo
que la vida sin ti ha de seguir
y así el morir se entera de mi adiós,
pues ya no sigo, yo me largo.

Resumiendo,
hoy te vas,
 cielo mío, arrancándome el aire
y
dejándome un mar sin color ni reflejo,
mas no aflijas si ves que el plañir aún
se aloja en mis ojos;
es mi sentir y memoria en que habitas,
mi conforme festejo.

Ahora sé que el amor es eterno, 
vive siempre en quien nunca lo olvida
y yo, amor mío, aún te recuerdo. 

 
biz.