Caminar en una noche desierta,
o una mañana llena de añoranza,
avanzar hasta una estación abandonada
o quedarse inmóviles observando
las ondas de un río.
Y no es tan trágica la esporádica ausencia
ni tan inmensa la alegría diaria,
cuando es tu eco el que repite en mi mirada,
en mis oídos, mis labios y mi voz.
Es el recuerdo de un momento inminente,
un susurro que se inmiscuye a lo lejos,
una piel que se roza conmigo, furiosa,
tiernamente.
Es la postal de un paisaje, nada más,
de una atmósfera que tiene tu nombre,
la imagen de un río, sea mañana,
sea noche, desierta o llena de añoranza;
la memoria de un encuentro que nos
funde a los dos.
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