jueves, 9 de abril de 2020

Me despido

"Me despido por si, acaso,
la memoria en la que habito
dejara de latir en imagen o recuerdo, 
por si la aurora se olvidara de anunciarme
en los albores del querido gentío, 
por si el grito se anudara en la gargante
y ya no fuese más que un último suspiro, 
o si las líneas de veredas conocidas
no quisieran que las vuelva a esquivar. 
Me despido de la lluvia si no hubiera 
ceño que empujara su cause,
luceros perdidos deshielando su tormenta, 
o mejilla que le diera su caudal.
Por si el vino acabara o el mantra 
de un vaso se fuera rendido y no pudiese
calmar al dolor, 
me despido, 
o las calles colmaran su ruta de andares 
corruptos, vacíos, cegados de absurda ironía, 
burlaran sus justas con sangre cobarde, 
dejaran al viento anular al respiro, 
volviesen al eco un burdo cantar. 
En caso que este sueño, como anhelo 
cumplido de sus antecesores, 
de una vez por todas gane, 
me despido,
de las tardes, casi noches, 
en los juegos con mi madre, 
de su humo y de su voz que forjó mi corazón y mi clemencia, 
del cariño incomprendido y fulminante
como un metal que no funde, de mi padre, 
de esa velada eterna y que reitera 
en certeza y unión a destajo, con mi hermana, 
del silencio impoluto y la niñez que anida
en mis deseos, de mi hermano, 
de la perfecta audición que aprobaron
mis amigos, 
del último beso y clamor del amor que, 
al fin, vino, 
y de la felicidad que nunca llegó. 
Me despido de todo, insisto, 
por si acaso, 
por si las letras se borraran sin menor aviso, 
o los veranos llevaran consigo, al llegar el invierno, 
los parajes hermosos
que tanto adoré, 
por si la noche albergara un dormir
que ahora sí, no fuese mezquino, 
por si esta fuese mi última escena, 
mi último ocaso, 
mi instante final de pensamiento y sentir
frente a la vida, 
me despido con un cigarro y su manto
tan amado de alquitrán y de augurio
imaginario, por si fuera el último,
y ahora sí,
el último que pueda fumar."

Te sienta bien

Te sienta bien vivir, 
y la luz
cuando el sol abrasa
tu mirada que ilumina frente al verde,
y no el reflejo de un neón perdido
entre los humos de tu boca.
Te sienta bien la lluvia cuando
cae en aras de un diluvio irreprochable,
como la calma viva de un cielo hecho carne,
y no la gota que esparrama, inconveniente,
por los causes de una cara rota.
Te sienta bien el aire que te envuelve
cual lecho materno,
que te mece en la nostalgia de un amor
cautivo y perpetuo en su aroma,
y no la muerte que engalana con costumbre,
que agasaja, autoritaria, los vaivenes del silencio;
el clamor de una flor que no te toca.
Quisieras que estos jardines,
los arrabales del júbilo y sinfonía del afecto
quitaran traje y zapatos
para dormir junto a ti todas las lunas,
quisieras que la aurora no fuese del verano
y llegase sólo con fanfarrea y carnaval
ocasionales,
que la angustia y la memoria quemaran
sus mezquinos ropajes
y dejaran a un lado la expresión espuria del
tenor de los lamentos.
Anhelas sentir el brío de un vapor expulsado
por la bruma,
extender el ruido del río descendiendo a caudales,
ver correr a los perros entre el trigo y los grillos
en su euforia,
saber que el momento no es pura ilusión
o mentira contada en una ajena historia,
sino certeza de una voz que da verdades.
Sueñas tanto a cada instante y sin reparos,
que el respiro se acaba tan sólo pensando,
oyendo, sintiendo, mirando,
queriendo saber que, muriendo, te sienta bien vivir.

 
biz.