domingo, 30 de julio de 2017

Un Sol que dejó de brillar

El sol fue la aurora que anunciaba su presencia.
Lo conocía, siempre lo conocí,
pero nunca lo había visto relucir frente
a mis ávidos ojos
ni, mucho menos, contemplado su silueta.
Para mí, su olor y su mirada, sus manos alocadas, su temor hecho amor entre la rabia,
eran testimonio de un loco profeta que, en dicho instante, en dicho sol que lo paría, se hacía realidad.
El tiempo, la espera y las ansias, las ganas de querer saber quién era ese amor idealizado, ese sueño redentor que al sufrimiento le alejaba, hacían gala en su rostro inocente, en su abdomen aplanado y vacío, hacían gala en su boca llena de sonrisa adolescente,
y esa misma adolescencia, esa efeba manera de pensar y de ser frente a todo, fue el calvario de mis días venideros, de mi andar por el recuerdo dañino,
fue el augurio del triste futuro, del cruel final que me aguardaba.
Así, de a poco, su vida no fue más su vida,
de a poco el día dejó de relucir en él para dar paso a su eterna noche llena de lóbregas dudas y tormentas,
de a poco las voces y el cantar de ellas fueron sólo un grito que colmaba su cabeza,
de a poco el pensar fue un torbellino que, cual viento, lo agitaba, y su sentir una soga que lentamente le impedía respirar,
de a poco mi amor fue como un fuego que dejó de arder en su mirada,
de a poco yo fui como un sol que, para él,
dejó de brillar.

Diego

Author & Editor

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