lunes, 10 de agosto de 2020

Recordar

Bajo el humo de un cigarro encendido en la penumbra,
te hago vida en el recuerdo profundo,
en la recóndita memoria que habita en todo.
Te hago vida, digo, pues así es como siento ahora;
vivo, lleno del sentir de un instante fecundo e ilusorio,
vivo como el ave atravesada por el viento,
como la luz de un faro que encuentra a quien guiar.
Y en la empresa hermosa y cruel que es recordar,
rescato del tiempo a tu ser imagen,
tu ser cuerpo,
tu ser voz y canto,
tu ser amor.
Rescato todo aquello que vive en el olfato, audición y mirada,
y pienso en lo bello en que te convirtió la memoria,
quizá, antes, creo yo, no eras ni la mitad del cómo te recuerdo hoy.
Y ¿qué importa?
Pienso, si no me queda nada más que la memoria y la imaginación,
que en su ambiciosa alianza hacia el presente y futuro,
se hacen del pasado que tuvimos para embellecerte más y más.
Tan hermoso has de verte en este momento,
como la cabellera desatada hacia el destino
con aires de revolución y eternidad,
como aquellos labios de agua pura,
centinelas de besos con sabor a infinito,
con esas manos levantadas hacia el cielo
queriendo dibujar nubes,
creadoras del firmamento,
con ese pecho indeleble en donde guardas
lo que no ha de ser olvidado,
mi vacío de amor y de ansiedad.
Y esa sonrisa,
ese trazo de seda en donde bordas la alegría
de quien ose admirarla,
y tus pies, dando pasos cuál bautismo de un camino inmaculado,
y esos ojos, sí, esos ojos,
dadores de grandeza, paisaje de todos mis sueños, que en su presencia
lo crean todo, mas en su ida,
despojan del color y del mirar.
Pero vuelvo al lóbrego refugio de todas mis noches,
bajo el humo de un cigarro encendido en la penumbra,
y me percato de lo triste que es no poder enamorar,
mas siempre estar enamorado,
de lo solitario que ha de ser el mundo para los de poca seducción y encanto, pero de muy buena memoria
y que en estos últimos, me encuentro yo,
esos a los que sólo les queda recordar.

martes, 23 de junio de 2020

Vacío

Lóbrego sueño de luna
que vierte la noche en mis ojos
cual penumbra que duerme
al deseo, negándome el alba
que siempre añoro,
y es que tanto te he buscado y
tanto te busco;
te busco en la tiniebla
de la tierra de los sueños,
te busco con mi ímpetu de esteros,
con la fuerza de mis cielos
que no hallan un reflejo ni
en el mar ni en los cristales,
con la fe de aquel que nada sabe,
así, como yo, que no sé,
que no puedo,
que no logro encontrarte.
Ni un atisbo de calor en tus
pupilas de leyendas que hablan
de un romance perdido,
ni un epíteto de amor en
tus palabras que acobardan
a tus labios prohibiéndome sus besos.
Frente a ti
soy como el minuto ansioso
en la espera de sus horas,
como la tarde hecha de anhelos
eternos en lo esquivo del ocaso,
como la rabia de un fuego que no abrasa
y desvanece entre el humo
y las cenizas del olvido.
Y es que eres así,
tan débil como el polvo y la ceniza
abatidos por el viento,
como el incendio temeroso
que se esfuma entre la brisa
que lo alcanza,
como la secularización
de mis latidos aburridos de esta fe
traicionera,
como la agonía de mi sangre que
entre pálpitos cansados,
se pierde en este cuerpo vacío,
pero ese vacío, amor,
ese vacío es quien te espera.

Una mirada

Una mirada, 
sin mucho que decir, 
mas no te miento, 
quisiera que dijese mucho.
Una mirada nada más,
 con eso me conformo.
Una mirada en la que encuentre yo a la mía, 
en la que halle la abundancia del amor 
que huyó contigo y que esperé. 

Una mirada en la que digas 
lo mucho que me quieres y que todo fue un error.
Una mirada en la enseñes a ese amor 
que nos aflora cada vez que el corazón ha de latir.
Una mirada que me muestre con dulzura 
aquellos besos que aún anhelo con dolor.
Una mirada que, cual puente, nos permita reunir.

Propuesta

Cuando se ha caminado tanto,
ha de sentirse el andar un poco más ligero,
más conocido cuando todo obscurece,
un poco más sincero.
Los pies padecen hoy, entonces,
de esa suerte
de sabiduría que nos otorga la vida,
y los nuevos caminos ya son la paz
que nos gobierna,
son la alegría que dejan los miedos
que a lo lejos vemos,
y entendemos las pisadas como un ritmo
de a dos y no de a uno.
Entendemos que el andar de antaño
es la historia vivida que ahí debe quedarse,
sin nunca olvidarla,
y el resto del camino es un trayecto
que no debe hacerse solo,
pues ahí es cuando empieza lo bello,
ahí es cuando apareces en esta nueva biografía
y sé que los pies no son los únicos
que han caminado.
El corazón también camina,
caminó casi tanto como yo en el recorrido
y aprendió de romances, de amores,
de idilios que nunca encontraron destino.
Mas supo esperar y hacerse a la orilla,
supo querer cuando el querer no lo quería,
supo de rostros que anidaron el dolor
y el tormento de aquello ajeno que por mí,
no fue provocado, pero sí sufrido,
al igual que tú,
y aguardó silente a tu llegada,
a esa fanfarria con que hoy suena la vida,
y porque sé que el seguir del camino aún nos convida,
te pregunto:
¿Quieres seguir caminándolo conmigo?

Escrito en la arena

Si te fueras,
si intentaras huir de este cuarto
y de esta cama,
de esta voz mermada por la lluvia 
que atraganta a los lamentos,
de esta ropa pretenciosa de limpieza y sin lugar alguno,
de este faro que no guía y parpadea, envejecido,
a la distancia,
de estos ojos calcinados por la angustia, 
el dolor y el alquitrán.

Si lograras escapar de la fragancia y el correr
de mis manos abdicadas,
de su frío fulgor encarnecido en la paciencia 
de tu ser que le adolece,
de esta suave pasión, dulzona y vehemente 
que te aclama cual sirena posada en la bahía,
de esta lenta y maldita agonía que se vuelve
el respirar.

Si pudieras, de pronto, borrar a la historia
y su infame contienda,
si tan sólo accedieras a esa calma 
que nos llega cuando acaban los tormentos, 
si el flagelo se esfumara en el viento 
nacido en tus labios vestidos de un "basta",
si el romance muriera, dejase de hablar,
cantar, reír, recordar esos bellos momentos,
si el amor terminara con sólo voltear. 

Si te fueras y, en eso, ya no hay primavera,
y esa flor prometida, marchita al andar 
de tus pasos que se alejan,
si te fueras y el sol se eclipsara en un sólo
momento,
y la luz de la aurora soñara que al cielo
se le ha ido la vida,
y la luna vertida se adueña del mundo,
del color, del firmamento,
si te fueras, al fin, cansada de mí,
de la espera, de este eterno y crudo invierno
entendería,
mas te diría, así, ya solo, triste y muerto,
que vieras al mar, a ese ir y volver que 
a la playa no abandona,
a ese por siempre y para siempre escrito en la arena
y recordaras que:
"las olas lo eternizarán"

viernes, 5 de junio de 2020

Cuando la muerte llegue

Cuando la muerte llegue
miraría dos veces a mi espalda,
hacia la puerta,
hacia los cuadros de este hogar,
a la ventana,
preguntaría si es mi turno,
si me sobreviven mi madre
y mis hermanos,
si ya soy digno de tal reconocimiento
o simplemente es un error, de nuevo,
como esa noche en que quiso besarme
esta dama que no duerme ni descansa.
Cuando la muerte llegue
y fuese yo a quien busca,
le pediría que se siente a mi lado,
con música de Charly García sonando
a la distancia,
pondría dos vasos en la mesa y una vela
en su honor;
el de ella tendría mi sangre secándose
en su lecho,
el mío el dulce alcohol que en el dolor
de los andares me enseñó.
Y ahí, mirándonos sin más que certeza
de un fin al que anhelo,
usaría mi voz como no lo hice nunca
y diría que la vida fue una mierda,
aunque sea mentira -o no tanto-
que la infancia me robó la existencia
y que la pena forjó mi corazón,
que Dios fue su infame antagonista,
pero por poco,
pues lo enterré junto a los necios deseos
de feliz esperanza,
que la mentira fue el refugio a la injusticia
y las palabras mi fulgor de libertad,
que los amigos no se elijen,
sino que en el azar de biografías,
uno a uno se encuentran,
que la pasión y la vehemencia
son motor de un camino insospechado,
que la razón es altanera y la paciencia
un bien al que pocos logramos abrazar,
que fui su amigo y la esperé por tanto tiempo,
que me ayudó a vivir y a resistir lo que pudiera,
que la alegría es pasajera
y que el efebo sentir y actuar nunca se acaban,
que este latir siempre fue un niño
y convirtió a las letras en un juego
y a los paisajes revistió de añoranza,
y que el amor, si el tiempo alcanza,
será lo único que, en mí, no morirá.

jueves, 9 de abril de 2020

Me despido

"Me despido por si, acaso,
la memoria en la que habito
dejara de latir en imagen o recuerdo, 
por si la aurora se olvidara de anunciarme
en los albores del querido gentío, 
por si el grito se anudara en la gargante
y ya no fuese más que un último suspiro, 
o si las líneas de veredas conocidas
no quisieran que las vuelva a esquivar. 
Me despido de la lluvia si no hubiera 
ceño que empujara su cause,
luceros perdidos deshielando su tormenta, 
o mejilla que le diera su caudal.
Por si el vino acabara o el mantra 
de un vaso se fuera rendido y no pudiese
calmar al dolor, 
me despido, 
o las calles colmaran su ruta de andares 
corruptos, vacíos, cegados de absurda ironía, 
burlaran sus justas con sangre cobarde, 
dejaran al viento anular al respiro, 
volviesen al eco un burdo cantar. 
En caso que este sueño, como anhelo 
cumplido de sus antecesores, 
de una vez por todas gane, 
me despido,
de las tardes, casi noches, 
en los juegos con mi madre, 
de su humo y de su voz que forjó mi corazón y mi clemencia, 
del cariño incomprendido y fulminante
como un metal que no funde, de mi padre, 
de esa velada eterna y que reitera 
en certeza y unión a destajo, con mi hermana, 
del silencio impoluto y la niñez que anida
en mis deseos, de mi hermano, 
de la perfecta audición que aprobaron
mis amigos, 
del último beso y clamor del amor que, 
al fin, vino, 
y de la felicidad que nunca llegó. 
Me despido de todo, insisto, 
por si acaso, 
por si las letras se borraran sin menor aviso, 
o los veranos llevaran consigo, al llegar el invierno, 
los parajes hermosos
que tanto adoré, 
por si la noche albergara un dormir
que ahora sí, no fuese mezquino, 
por si esta fuese mi última escena, 
mi último ocaso, 
mi instante final de pensamiento y sentir
frente a la vida, 
me despido con un cigarro y su manto
tan amado de alquitrán y de augurio
imaginario, por si fuera el último,
y ahora sí,
el último que pueda fumar."

Te sienta bien

Te sienta bien vivir, 
y la luz
cuando el sol abrasa
tu mirada que ilumina frente al verde,
y no el reflejo de un neón perdido
entre los humos de tu boca.
Te sienta bien la lluvia cuando
cae en aras de un diluvio irreprochable,
como la calma viva de un cielo hecho carne,
y no la gota que esparrama, inconveniente,
por los causes de una cara rota.
Te sienta bien el aire que te envuelve
cual lecho materno,
que te mece en la nostalgia de un amor
cautivo y perpetuo en su aroma,
y no la muerte que engalana con costumbre,
que agasaja, autoritaria, los vaivenes del silencio;
el clamor de una flor que no te toca.
Quisieras que estos jardines,
los arrabales del júbilo y sinfonía del afecto
quitaran traje y zapatos
para dormir junto a ti todas las lunas,
quisieras que la aurora no fuese del verano
y llegase sólo con fanfarrea y carnaval
ocasionales,
que la angustia y la memoria quemaran
sus mezquinos ropajes
y dejaran a un lado la expresión espuria del
tenor de los lamentos.
Anhelas sentir el brío de un vapor expulsado
por la bruma,
extender el ruido del río descendiendo a caudales,
ver correr a los perros entre el trigo y los grillos
en su euforia,
saber que el momento no es pura ilusión
o mentira contada en una ajena historia,
sino certeza de una voz que da verdades.
Sueñas tanto a cada instante y sin reparos,
que el respiro se acaba tan sólo pensando,
oyendo, sintiendo, mirando,
queriendo saber que, muriendo, te sienta bien vivir.

lunes, 27 de enero de 2020

Un grano entre la arena

Existir como un grano entre la arena
es tan útil,
tan necesario cuando el ruido agobia
al pensamiento que reitera, 
cuando las olas tan inmensas adormecen cualquier ímpetu de anhelo de crecer en la bahía.
Perderse en la erosión de una roca flagelada, es la ilusión de las almas que ahogan, aún, su lamento en las orillas,
es la esperanza de no ser molestado por el vaivén de un deber que no puede asimilarse ni, mucho menos, asumirse como propio,
es el refugio ante el temor de no ser suficiente,
de no ser como el viento; señor que dirige
al más grande de todos los destinos,
que logra domar al terror de los que son sólo arena.
Ser uno más, confundirse en la vasta calumnia de un suelo fragmentado,
convertirse en la huella de otros que atreven pisar, caminar con fulgor hacia un sitio en donde nada es cierto,
podría vestir con seducción a mi elegir
frente a esta vida,
podría alejarme de las naves que se asoman a lo lejos,
de ese sol tan pretencioso que nace y muere al final de todo este destino,
de los seres que navegan y sumergen
sin miedo al profundo sentir de estar vivo,
mas me niego a morir sin saber que es que el aire me lleve,
a llegar al final sin conocer los confines
de un mar que da asilo al soñar de tantos y tantos corazones en vela,
a no perderme, alejarme muy dentro de este manto teñido por el cielo,
por miedo a no volver a ver la playa,
a no amar, como lo hago ahora,
con la más íntima vehemencia de un hombre que se juega la vida, 
pues hasta el mar,
como el amor más grande de todos los amores, vuelve siempre a besar a la arena...

El Flaco

El flaco suena y suena
y el blanco de su bigote eclipsa
cada vez más al resto del castaño.
Yo me siento en un costado del sonido,
en el lugar más impoluto que pudiera
ofrecerme la noche,
cuando el estallido se duerme y se enciende
la algarabía de los sueños,
donde el cristal más fino se rompe y sólo
quedan los reflejos de lo obscuro,
y ahí no más, silente y guarnecido por la luna,
me pierdo en la nostalgia.
El próspero sendero de la vida es una brisa
que no logra empaparnos por completo,
es una obtusa daga lamiendo las heridas,
esparciendo la sangre como mantequilla, sin provocar su derrame ni borrarla.
¿A dónde van las mañanas predilectas,
las auroras redentoras, ese sol que prometió
nuestro lamento?
¿A dónde van los ocasos infinitos; interludios
jardines de primavera y sal?
¿A dónde va esta vida encarecida, este existir
incoloro, está agonía entre respiro y sollozo
que nos urge escapar?
Pero el flaco suena y suena y sigue sonando,
y el bigote es nieve que volcó sobre su labio,
y yo sentado, ya no oigo más que un viento
que se cuela en la ventana,
y mis respiro sólo mueve al humo de un cigarro que no apaga,
y mi presencia es la neblina que cubrió a lo impoluto en alquitrán,
y mi aliento se evapora en un crepúsculo
final. 

 
biz.