martes, 4 de agosto de 2015

El rey de los ciegos

Dormido en dulzura y en gloria, 
en confianza y demasía,
y la comodidad que a él se ofrecía
en forma de masa y euforia, 
yacía el rey en lamentos.

¡Pobre rey! Ya nada veía
de tanto cubrirse con velos,
y es que sin más que mirar a los cielos 
sus ojos de a poco morían.

Su vista por siempre dormía
y su reino lloraba en desvelo,
sufriendo angustiado el flagelo;
su rey ya no los veía.

Aceptando la triste agonía
cerraron sus fieles luceros,
el ver ya no les servía;
su rey, era el rey de los ciegos.

Diego

Author & Editor

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