inoperancia,
en esta especie de don a maltraer
y sin sentido,
en las virtudes que se embisten
unas a otras en actos heroicos
y tan vacíos como su antigua
añoranza,
en la capacidad absoluta
de no saber hacer ni decir nada
más que dar la palabra como un paño
lustrando una bota,
en la verdad impoluta de un voz
que no los toca,
entrego al mundo la memoria
como el filo de una daga,
como un polvo ungido por los golpes
de un fatal momento,
como el amor vertido en tantos labios
dolidos, ardientes, unidos por un fuego
que no apaga,
como la llovizna que aguardaba
en el país donde florezco,
o la carne altiva; urdiembre de un pulsar
de un agosto que siempre repite,
que no acaba,
como un cigarro que aprendí a fumar
veinte años más tarde,
o el grito perdido entre puños y alcohol
hacia un cuerpo inocente,
como el juego de un niño que llora
al mirar lo que el mundo depara,
como una condena que no aguanta
en sólo un ser, cansado de tanto camino,
como un verso naufragado que ha extraviado su esperanza,
yo les pido -si en la empresa no acobardan-
que reciban mi poder de recordar.
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